Los cúbicos nos observaron curiosos y sus triedros superiores parpadearon con simpatía. Frente a nosotros se materializó la pequeña jaula con el inofensivo multipata que habíamos capturado para entretenernos en nuestro encierro. —¡Hola, seres inteligentes! —oímos dentro del cerebro—, bienvenidos a nuestro planeta y ¡enhorabuena!, el hecho de que tengáis una mascota os ha salvado de la disección…