Poema Mención – I Certamen poesía jotabé – Jotabeando USA – Miami
I
Agobiado de males por los años,
al llegar mi noventa cumpleaños,
sigiloso escapé de los festejos.
Alentado, quizás, por mis manejos
—lo que suele ocurrirnos a los viejos—,
me perdí por los huertos a lo lejos.
Sin embargo, permitan que relate
las razones del triste disparate:
me sentía morir y en mis redaños,
por llevar la contraria a los consejos,
mis bolsillos llené de chocolate.
II
A la sombra tranquila de un olivo
me senté a descansar. Apreciativo,
entretanto comía, con la mente
procuré desligarme del presente.
Mas entonces sentí que, de repente,
a mi infancia volvía. Consecuente,
me encontré con mi abuelo en su caballo
recorriendo un plantío, un urogallo
removiendo la hierba; y del tiovivo
de la plaza mayor, resplandeciente,
con la bella carroza del zapallo.
III
Advertí la largura de mi calle
descendiendo pausada por el valle,
desparejas aceras monocromas
salpicadas de blanco por palomas
con su carga de risas y de bromas
de camino a la escuela, tiragomas
escondidos, canicas de cristal,
escondites de ramas… Por igual,
me acordé de las rosas en detalle,
de los cantos del río y los aromas
que traía la brisa del juncal.
IV
Relajado, mirando los arbustos,
reviví mis secretos y mis sustos
y experiencias que tuve de pequeño:
las pelotas de goma que sin dueño
los vecinos guardaban en su sueño
por tenernos a raya, mi desdeño
por los niños mayores, mis rodillas
señaladas con costras y tirillas,
las heridas que tuve, los disgustos
que en los cambios de cromos, con empeño,
negociaba frenético en cuclillas…
V
Encontré mis amores de la infancia:
mi querida maestra —su fragancia
embrigaba la clase de alegría—,
mi vecina de enfrente que lucía
un flequillo dorado y la María
que ayudaba a mi madre; la quería
si a escondidas me daba chocolate
a pesar de que fuese un disparate
y el doctor me prohibiera la substancia.
Disfrutando mis gracias todavía
continué tan feliz en el dislate.
VI
Los sencillos deleites de pequeño
me alentaron, quizás, en el empeño
de alcanzar las estrellas y el amor.
Recordé mis principios de escritor
y los versos escritos al calor
del hogar y los leños, mi pavor
por las páginas blancas, mis remotas
esperanzas unidas a las notas
que las musas primeras en mi sueño
inspiraban sutiles, mi dolor
por las causas perdidas, mis derrotas…
VII
Regresé, sin querer, al pensamiento
de romper ataduras y al momento
de jugar a la suerte mi desvelo,
Recordé la esperanza de que el cielo
me premiase el esfuerzo y que en un suelo
diferente me diese su consuelo.
Recobré de repente la memoria
por las musas que dieron a mi historia
de beber en su amor y con su aliento
revistieran mi pluma en terciopelo
encarada, pensaba, a la victoria.
VIII
Regresaron romances a mi mente
que ya no precisaba mi renuente
recordar fugitivo. Mi cabeza
reprodujo, incumplida, con presteza,
la palabra grabada en la corteza
de un abeto en mi plaza, mi destreza
con los besos robados, las delicias
a la luz de la luna, las caricias,
las mentiras de amor inconsecuente
entregado al placer de la belleza
que la suerte me diera en sus primicias.
IX
Mas entonces noté que, sin motivo,
con la espalda apoyada en el olivo
mis ancianas pupilas se nublaban.
Imposible saber si me llegaban
del rocío las gotas que mojaban
mi curioso mirar o retornaban
las ansiadas carencias de mi infancia:
de mi enorme familia, la constancia;
de la fuente, las luces del tiovivo;
de las hierbas del valle, que alejaban
mi inocencia y mis sueños, la fragancia…
X
Extasiado, quizás, en un reproche
a los años vacíos y al derroche,
por mi vida lloré desconsolado.
Regresar es inútil al pasado
desquiciadas las fuerzas de un gastado
corazón solitario, derrotado,
descreído de amor y de ilusiones.
Me buscaron por todos los rincones,
arribadas las doce de la noche,
al brindar en un trámite obligado
sin que nadie supiera mis razones.
XI
Y me hallaron, al fin, contemplativo,
aterrados mis ojos sin motivo,
los vecinos, después de las cordadas.
Me increparon sus bocas enojadas,
que callaron, quizás anonadadas,
por faltarles respuestas apropiadas.
Y lloraron, los hombres del rescate,
ya que hiciera tamaño disparate,
con la espalda apoyaba en un olivo
y un reguero de hormigas coloradas
de mi boca comiera chocolate.