Al amparo de las ruinas de una modesta iglesia, una joven cooperante trata de entretener a unos pequeños huérfanos de la guerra. A lo lejos el fragor de las bombas le recuerda que están muy cerca del horror y de la sinrazón. Los niños la miran esperanzados. Es en vísperas de la navidad.
―Nacerá el niño Dios ―está diciendo―, y se correrá la voz. Cientos de pastores acudirán para adorarlo. Junto a él, estarán: José, el padre, y María, la madre, dando gracias al Altísimo. Una estrella nueva, que se verá desde todos los rincones de la tierra, nacerá en el cielo y, al verla, tres devotos Reyes de oriente se pondrán en camino para ofrendar al bebé oro por ser rey, incienso por ser Dios y mirra por ser hombre. Llegarán a Belén el cinco de enero…
―¿Y no los matarán? ―pregunta uno de los pequeños, alarmado.
―No ―asegura la joven tratando de hacer creíble su relato― ¡Los guía una estrella santa!
Más no logra convencerlos y la duda persiste. Es entonces cuando la lógica de una niña se alza para aclarar el misterio.
―¡No pueden matarlos, tonto!, las tanquetas de ellos tienen cruces rojas pintadas en el techo…
Niños en guerra
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