Todo el mundo le llamaba Alex porque yo le llamaba Alex. Pero no era su verdadero nombre. En realidad, se llamaba Alejandro de Bovarí Guardiola, era un «carlino» de pura raza, nombrado por sus criadores y registrado malamente en la cartilla con dos apellidos que no le correspondían.
Me lo regaló un cliente que quiso hacerme la gracia de una compañía, junto con una correa desproporcionada con la que nos amarramos los dos. Pero continuamos siendo dos perfectos solitarios.
Cuando estábamos juntos yo le hablaba y el me miraba como si entendiera. Sabía que no podía depender de mi para sus cosas, así que guardaba sobras en el patio para cuando hiciera falta. No se lo reprocho; yo le olvidaba nada mas dejarle. Olía fatal y roncaba como si su cuerpo albergase un monstruo de diez veces su tamaño.
Creo que nunca le tuve verdadero afecto o, al menos, eso creía hasta que dejó de seguirme por la casa y tuve que empezar a llamarle para que acudiera. Un día lo encontré en el patio con las patas enganchadas y sangrantes de tanto tirar para venir a mi encuentro.
Con los años, se volvió viejo y torpe; el cuerpo se le puso rígido y apenas si podía moverse, y, al final, casi no veía. El veterinario me miraba raro cuando me instruía porque era como si hablara con la pared y, de pronto, un poco harto de mi indiferencia me soltó a la cara
-Oiga, ¿No le parece que es hora de que deje de sufrir…? -Recién cuando le entendí presté atención y permanecí absorto sin saber qué contestarle, finalmente, asentí con la cabeza.
Con el pinchazo, a mi perro se le distendió la cara de payaso triste y sus ojos saltones me dieron las gracias. Entonces lo sentí aflojar, pero sin ganas de irse. No me lo podía creer. Fue la primera vez que agarré sus patas sucias deseoso de que se me subiera encima. También yo sentí que se me aflojaba el cuerpo, pero estaba hecho. Y ahora, ahora siento como que me falta un pedazo de vida.
Cuando yo lo conocí ya era mayor, pero siempre que lo miraba me recordaba a su dueño, » independiente, seguro, un poco chulito, roncaba como él y sobre todo lo adoraba» por eso cada vez que leo este cuento me entristece pero a la vez me alegro por hablarlo conocido, un beso muy grande para Alex que siempre lo llevo en mi corazon y a ti como siempre tq.