Estrella: (Jotabeí) 1er premio internacional de poesía en rima Jotabé 2016
I Se acalla el grillo entre la hierba verde que bordea la alberca, y se pierde. . Quieta la brisa, las hojas no mueve. Una miríada de estrellas llueve en el estanque reposado. Breve momento en que la blanca luna bebe. . Veloz traspasa el cielo una centella cual anuncio fugaz. ¡Celeste huella! . No habrá mayor silencio que recuerde ninguno como aquel instante leve en que al mundo llegó la hermosa Estrella . II Sale del vientre en la caliente aurora como fruto del amor; tiembla y llora. . Brota cual semilla al cálido arrullo de la mano sabia. Nervio y orgullo de una flor, otra flor en su capullo. Frágil brote del sin igual bandullo . es un tesoro de promesas lleno que el hogar colma cual amado estreno. . Recién llegada y ya el silencio atora y ante su voz, con singular murmullo, se encoge el prado con amor sereno. . III Comienza la mañana, el sol asoma y habla cada color, su propio idioma. . Retorna el jilguero empedernido a cantarle a su amada. Encendido el aire, un puñado colorido de mariposas suelta divertido. . La brisa, mientras tanto, silenciosa, fino tamo sobre el camino posa; . mece el lirio que de la alberca aroma y repeina la hierba. Prevenido, el prado todo, de color rebosa. . IV Sale a jugar Estrella; la campiña feliz la acoge. La graciosa niña . agita el polvo con su paso leve mientras corre. En su mano de nieve, un muñeco de trapo que ella mueve con gracia singular. Su risa breve . bota en cada rincón y su alegría renace a cada instante. Con porfía . de cada flor atenta se encariña aunque no las arranca. No se atreve porque dolerlas, su dolor sería. . V Promedia la jornada, se desploma inclemente el calor. Una paloma . arrulla con tenaz monotonía. La oculta el ramaje, es mediodía. La araña se recoge en su sombría cueva, en tanto, la voraz porfía . de la colmena, en las bellas flores se entretiene libando. Los olores que cada fruto madurado toma se trasmiten al aire y la alegría de Natura se esparce en sus favores. . VI A la sombra de un árbol la más bella flor suspira y sueña. ¿Puede ser ella . la que descubra al príncipe soñado? ¿La que de labios de su bien amado el néctar beba del imaginado beso de los cuentos? Inesperado . el sueño de la siesta llega y cierra sus ojos, su mente deja la tierra . cabalgando la luz de una centella, y cruza el mar, que imaginó dorado, más allá del prado y de la sierra. . VII Y mientras duerme, el cielo precavido vigila que en el prado no haya ruido . que interrumpa el momento, que la brisa no llegue a despertarla; que sumisa, se calle la paloma o que la prisa de la araña en volver a su precisa . tela se disipe. Quiere que Estrella siga siendo la idílica doncella . del cuento, donde el príncipe atrevido llegue y audaz le bese la sonrisa por ser, de todas, la mujer más bella. . VIII Nubla la tarde la campiña toda de un otoño lluvioso. Se acomoda . un perro indiferente en la vecina alberca. Cada tanto arremolina el polvo, una brisa vespertina que entristece. Monótona rechina, . en los pastos, la voz de una chicharra. Las abejas se esconden. La tabarra . de algunas hojas secas incomoda el extraño silencio que ilumina el gemir irreal de una guitarra. . IX Mira Estrella por la ventana abierta el horizonte. La mirada alerta . busca a su amor en cada polvareda que arremolina el viento en la vereda que lo devuelve a casa. Solo queda del sueño adolescente: la arboleda, . la sombra encubridora y el travieso despertar con aquel ansiado beso . en los húmedos labios. La incierta tarde los recuerda, en tanto rueda el angustiante tiempo del regreso. . X La luna se encamina nuevamente a beber de la alberca. Se presiente . entre los pastos otra vez el grillo. En el cielo, un misterioso brillo la bóveda ilumina. Un pajarillo se recorta fugaz sobre el sencillo . perfil del horizonte. Y parece que hasta la brisa más sutil fenece . cuando cae la noche. El relente, lustra el prado con singular cepillo de fina seda y todo resplandece. . XI Crepita en el fogón la dura leña que calienta el hogar. En la pequeña casa, un hombre solícito se afana por atender a la mujer ufana que por parir aguarda. ¡Tan cercana ve la ansiada llegada! y ¡tan lejana! que por momentos tiembla, desespera y le brillan los ojos. Más, la espera ha de durar aún porque se empeña en nacer aquel sol por la mañana como cualquiera flor, en primavera.