I Relatan que, entre flores y ganado, el «padre de los dioses» del pasado . descubre tus virtudes en Fenicia. Cuentan que en el Olimpo, la codicia de Zeus se desenfrena y su avaricia, por gozar de tus dones en primicia, . a oriente lo conduce a seducirte. En su amante desea convertirte . trocada su deidad en blanco astado que, excitado en su afán por tu caricia, a su grupa te monta por rendirte. . II Y contigo, bravío, por jinete atraviesa los mares y somete . la furia de los vientos con pericia. Hasta Creta te lleva en la ficticia aventura de un rapto que propicia, con tu casta inocencia, su delicia . y te convierte en reina de los hombres. Desde entonces, batallas y renombres . han hecho de tu historia un sonsonete que cubre de laureles tu estulticia sin que de nada, al parecer, te asombres. . III Pero ya la aventura ha terminado, vieja reina que mucho has cabalgado . y a quien tanto poder no beneficia. Del viejo continente donde inicia tu mítico romance y tu propicia fortuna, te reclaman en justicia, . en aras de salvar tu propia historia. Quizás tu conveniente desmemoria, . por todo cuanto oriente te ha legado, debieras deponer y sin malicia, volver la vista atrás para tu gloria. . IV Es enorme tu hogar, sin sutileza, con hábitos de estúpida nobleza, . donde campan el mal y la injusticia. De todo cuanto existe beneficia sus arcas, con maléfica impudicia, tu necia sociedad cuya inmundicia . asuela con pesares y congojas. Es hora, vieja reina, que recojas . tus ínfulas y olvides la pereza porque la media luna da noticia, de que tintan tu mar lágrimas rojas.