Cuando cruzas mi calle, como en sueños parece
que un dormido pasado, luminoso, florece
entre acordes brillantes de olvidados violines.
Cuando cruzas mi calle, poderosos delfines
que a las sombras de un tiempo de lejanos confines
estuviesen sujetos; a los verdes jardines
de corales regresen como raudos bajeles.
Cuando cruzas mi calle, los ardientes corceles
de mi sangre despiertan y un galope estremece
con su fuerza, sus ansias y el flamear de sus crines,
el ardor de mis noches de marchitos laureles.
Con tus pasos de seda por la abierta ventana
cabalgando las notas de tu risa lozana
vuelan hasta mi pecho renovados ensueños.
¿Será, niña, que acaso, trasnochados empeños
que en románticos lances extraviaran mis sueños
hoy pretendan absurdos, por tus pasos cimbreños,
enredarse en la curva singular de tu talle?
¿O será que marchito ya el verdor de mi valle
quiere Amor un desquite por mi vida galana
y con dardos dorados de minúsculos leños
sin piedad me enamora, cuando cruzas mi calle?
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